Apenas hace unas fechas estábamos impacientes ante la posibilidad de pasar unos días de vacaciones, o simplemente haciendo cosas diferentes. Las horas previas parecían eternizarse y aún los dos primeros días nos dio la impresión de haber conseguido como detener el tiempo. Sin embargo, al muy poco, ese mismo tiempo parece vengarse de nuestra osadía, y ahora ya nos sorprende con su correr desbocado.
Tal parece que fue cosa de hace mucho lo de la semana pasada. El caso es que la Semana Santa de 2011 ya es historia. Y seguimos diciendo lo de Semana Santa; y continúan los intentos por hacer variar, en base a proponer diferentes nombres, el sentido de cualquier Semana Santa. Esto me recuerda la Revolución Francesa y sus cambios de calendario. Aquí se trata también de una pequeña revolución, eso sí, soterrada, taimada y con miedo. Diseñada paso a paso, desde la lejanía y proyectada hacia un futuro. Por cierto, siempre este tipo de movimientos más o menos sociológicos, a costa de los mismos. Un pequeño apunte: el curso escolar se reanuda a lo largo de esta semana de Pascua, ¿qué hacen con los chicos aquellos padres que trabajan desde el lunes?.
Lo cierto es que la Semana Santa no deja indiferente a nadie. Cada uno tiene sus razones o sus motivaciones, pero indiferente nadie. Queramos o no siempre se nos cuela un aire trascendente. Esto no está reñido con nada, y es lógico, porque las personas son trascendentes precisamente por ser personas.
En mi caso no he ido a ninguna parte. Simplemente hemos estado más reunida la familia, y esa circunstancia me ha llevado a pensar en aquellas otras familias que por muy diversas causas no han podido disfrutar de esa convivencia. He recordado muy especialmente a los que han perdido a alquien. Son los que más derecho tienen a buscar alivio para la losa que llevan sobre sí. No se trata de que olviden. Ni por un momento. Eso resulta imposible. Tampoco de que olviden sus sentimientos. No se puede prescindir de ellos. Es una característica humana. Son mis sentimientos, mis vivencias, mis amores y mis desamores. Son míos. Son yo mismo. Nunca me ha gustado esa frase de “pasar página” en el sentido de echarse a la espalda lo que sea y se acabó. Paso página para avanzar, pero los capítulos siguientes no tienen sentido sin los anteriores. Puedo razonar mis sentimientos, pero he de tenerlos y sentirlos como lo que son: mis propias entrañas.
Por eso procuro comprender a la persona que sufre, que no tiene por qué ser amargada, ni desagradable, ni cosa semejante. Procuras ayudar, la mayoría de las veces mínimamente, pero siempre apoyando, aún desde el silencio; como una columna de esas que se unen a la ya existente y así, entre las dos, sostener un poco mejor este edificio que es vivir, confiando, aún desde la oscuridad de la propia alma, en el que dijo yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
Lo cierto es que cualquier período de vacaciones deja a la intemperie las brutales heridas que llevamos dentro, que con las rutinas se van disfrazando de dolores pausados.
ResponderEliminarPor eso, más que nunca, sostengo eso que dices de apoyar aún desde el silencio.
Lo digo por experiencia propia:
Es más fácil avanzar cuando sentimos brazos amigas a nuestro alrededor.
Un abrazo!