lunes, 17 de octubre de 2016


               Leo una noticia sobre la controversia, quizás más que controversia, dentro de la RAE, sobre el tema del lenguaje. Pérez Reverte critica en un artículo previo a la discusión la actitud de algunos acádemicos en lo relativo al uso de los géneros y recogiendo la solicitud de ayuda para su correcto uso efectuada por unos profesores de la Junta de Andalucía. La crítica hacia los académicos se concreta en su conducta timorata y débil frente a los abusos que se producen cotidianamente.

                La respuesta no se hace esperar por parte de los académicos que se sienten aludidos. Como razón de su disconformidad con la crítica aducen no ser "tribunal constitucional", y que la cuestión que se plantea es de origen político, algo a lo que no deben entrar.

                 Digo yo, desde mi ignorancia, que la política se mete en el uso de la lengua, ya que los conceptos de género que pretende introducir en la sociedad, lo políticamente correcto, con lo que nos cansan machaconamente los políticos, con el ridículo las/les, a/o, etc. que soportamos ya como si tal cosa, eso, por lo visto, no es política, y por lo tanto la Academia encargada de velar por el buen uso del lenguaje no tiene por qué intervenir, ni tan siquiera opinar.

                  Ahora va a resultar que los políticos son mudos y cuando hablan no dicen, (bien es verdad que ésto ocurre con frecuencia, pero no es eso lo que pretendo decir, y de sobra se me entiende).

                   La ideología de género, y cualquier otra de las de moda, se están metiendo a base de semántica. Retorcer los significados, estirar las acepciones, todo vale para justificar una determinada acción. Todo ello es muy viejo. El manual hace siglos que se escribió, pero las reediciones son constantes. Sonadas son las puestas en marcha por los bolcheviques y muy poco después por los nazis. Muy caras las dos, pero es mucho más cómodo no usar la memoria. El dicho de llamar "tontos útiles" tampoco es una frase de hoy, pero está instalada en una realidad palpable.